querido padre
Eras una de las personas más cercanas a mí. Un amigo cercano que nos reuníamos todos los miércoles. Teníamos una costumbre: a las nueve de la mañana llego a tu casa, hiervo agua y pongo dos tazas de té en la mesa. Ya preparaste las galletas y nos sentaríamos y sumergiríamos las galletas en la taza de té durante unas horas.
Fue una desconexión total de la vida cotidiana. Un cambio de rutina Todos los miércoles me escapaba a ti y me tomaba un descanso de la vida. Hablamos mucho. Me gustaría compartir su trabajo con usted, los niños, consultar, y sobre todo disfrutar de los momentos con usted.
Hace un tiempo empezaste a sentirte mal. Ya tenías 85 años y la salud estaba minada. Estuve hospitalizado y vine a visitarte todos los días. Un día me miré con tristeza y dije: «Lola», me solías llamar, estoy triste porque no podré ver a Iddo alistarse. Siempre pongo una foto de él en el refrigerador.
Al día siguiente papá muere. Hace una semana que me alisté y tenemos una foto en la heladera.
Lo siento. Si pudiera tirar del tiempo lo haría. Tuyo para siempre.